José y Anita tienen 2 hijos y pasarán las vacaciones con el resto de la familia de Anita. José está dispuesto a que la primera semana estén todos juntos, pero que la segunda encuentren un lugar sólo para ellos , porque siente que su suegra “le da a los niños demasiada azúcar” y que su suegro los critica cada vez que van a acostar a los niños a cierta hora como parte de la rutina. El comentario siempre suena a crítica, que ellos en su época criaban distinto; lo cual genera roces entre la joven pareja. Un día José y Anita decidieron que tenían que hablar con ambos abuelos. Era una decisión difícil, porque no querían generar más problemas, sin embargo, sabían que los 4 querían lo mejor para los niños, y ese fue el punto de partida de esa conversación.
¿Hasta dónde puede opinar la familia?
Situaciones cómo estás son muy frecuentes. La familia extensa tiene muchísimos beneficios (ver nota: cómo llegar a buenos acuerdos al compartir el cuidado de un hijo con la familia extendida) y es totalmente esperable que dentro del núcleo cercano de un niño, existan desacuerdos en la crianza entre sus padres y el resto de la familia. Por ejemplo, en Estados Unidos 1 de cada 2 abuelos no están siempre de acuerdo con la forma en que sus hijos crían a sus nietos (“The Gran Plan Parenting” 2019), el 77% de los abuelos cree que la parentalidad hoy es mucho más flexible que antes, el 49% cree que los padres de hoy son más sobreprotectores y la gran mayoría respalda sus estrategias de crianza por sobre las de las generaciones actuales de padres ( AARP Research).
Pero a pesar de estas diferencias de opinión, al final lo que guía la conducta de los familiares más cercanos, es definitivamente el amor: el 98% de los abuelos declaró que adoran serlo y el 94% que están felices de ayudar y que disfrutan de su rol de cuidadores. La mayoría mencionó también que hacerlo, les asegura la posibilidad de influir en sus experiencias tempranas del niño, garantizar que están siendo bien cuidados y poder destinar tiempo con ellos con una cierta regularidad. Si son personas tan importantes en la vida de nuestros hijos y nos permiten poder ocuparnos de otras tareas como el trabajo, tal vez ya hemos decidido visitarlos con cierta frecuencia: ¿Cómo podemos llegar a ciertos acuerdos con ellos?
La comunicación y el trabajo en equipo son la clave:
A veces, ciertos comentarios o conductas reiteradas requieren poner ciertos límites y tener conversaciones difíciles. La mayoría de las veces éstas no se generan por no querer generar un conflicto, sin embargo a veces esto puede generar un problema mayor. Cuando aprendemos a comunicarnos asertivamente, defendemos la convivencia y la consistencia en las relaciones del niño, evitando los “secretos” y las desconfianzas que a veces dañan tanto las relaciones. ¿Cómo hacerlo bien?:
- Partir agradeciendo la preocupación y buenas intenciones que cada familiar tiene, ya que muchas veces también son personas que cuidan al niño con alta frecuencia y también pueden aportar constructivamente en su desarrollo.
- Reconocer y dar valor a la experiencia de vida en torno a la crianza. Muchas veces los abuelos o hermanos que también ya han criado, pueden aportar una visión complementaria. Hay que considerar que no siempre tenemos la razón y que al fin y al cabo lo que importa es el bienestar del niño por sobre las diferencias de opinión que puedan darse entre los adultos.
- Tener siempre en cuenta de qué hay cariño de por medio.
- Plantear respetuosamente nuestras necesidades y nuestros límites personales y los que hemos definido para nuestros niños. También si es que nos hemos sentido pasados a llevar o creemos que debemos coordinarnos mejor.
Cuáles pueden ser los aspectos a tener en cuenta antes de esa conversación:
- Tener primero una visión alineada desde la coparentalidad, entre los cuidadores primarios del niño (madres y padres):
Sucede bastante a menudo que cuando los padres actúan bajo una misma línea (sin contradecirse ni exponer al otro en sus dificultades) generan claridad en vez de confusión. Una visión alineada sobre la crianza entre los cuidadores principales (pese que entre ellos, obviamente también existan diferencias) ofrece un marco de organización para el resto de la familia y un punto de partida para el diálogo y la aceptación de las diferencias para ponerse de acuerdo.
- Criterio alineado sobre cuáles aspectos pueden flexibilizarse y cuáles no, ya que no todas las reglas son igual de importantes.
Muy en línea con lo anterior, cuando tenemos un punto de partida, podemos discriminar lo que es realmente importante de lo que no. Por ejemplo, que un familiar proporcione al niño un alimento contraindicado para su alergia alimentaria porque según sus creencias “el niño mejorará si come de todo” es mucho más perjudicial que si el mismo familiar flexibiliza un poco la hora de dormir.
- Reconocer los principales puntos de desacuerdo con el resto de la familia extendida:
Es muy importante aprender a identificar cuáles son los puntos donde existe mayor consenso y cuáles no, para aprender a coordinarnos, establecer prioridades y definir límites. Se ha visto, por ejemplo, que los principales puntos donde se generan desacuerdos entre los abuelos y los padres de los niños son:
- las siestas y las prácticas parentales a la hora de dormir
- qué, cuánto y hasta dónde; a la hora de comer.
- puesta de límites y enfoques de disciplina.
- directrices para el uso de pantallas.
- Asumir que cada casa, tiene también sus propias reglas y que los niños deben aprender a habituarse a ellas:
Cuando visitamos a los abuelos u otros parientes, tenemos que respetar también que en sus casas, pueden existir otros estilos y reglas algo diferentes. La cuestión es si esto podemos pasarlo por alto y si al fin y al cabo creemos o no que nuestros niños estarán seguros y bien cuidados por esos familiares.
Es importante también recalcar que esas diferencias también los ayuda a entender mejor los límites sociales y a ir distinguiendo que hay cosas que se pueden hacer en ciertos lugares y otras no.
Se le puede explicar a los niños por ejemplo que en la casa de los abuelos si se puede comer un poco más de chocolates después de almuerzo (siempre y cuando exista una supervisión adulta) y que algunos horarios pueden ser un poco diferentes, pero cuando vuelven a la casa, regresan a lo habitual.
- Contar con herramientas e información útil que pueda guiar a otros familiares sobre cómo abordar situaciones difíciles. Por ejemplo, enseñarle al resto de la familia algunas técnicas que les funcionan a los padres para contener y regular ante una rabieta, o también anticipar cuando un niño ha pasado mala noche y es probable que esté más desregulado o con menos paciencia por lo mismo.
- Revisar si perjudica el bienestar del niño o es mi propia historia la que se gatilla con un determinado comportamiento del familiar: A veces alguna actitud o comentario que tienen otros miembros de la familia generan sentimientos encontrados por nuestra propia historia de niños. Es importante distinguir qué es importante para mis niños y cómo otros integrantes de la familia se lo entregan, lo cual, puede ser distinto a mi propia experiencia de infancia.